Baklava (Pastelitos libaneses de pistacho)





Los baklava son unos pastelitos de pasta filo, rellenos de pistachos, nueces o almendras. Yo pensaba que eran típicos libaneses, pero se comen en todos los países de la zona. Los conocí en el restaurante El Líbano de Santa Cruz (Tenerife), donde los hacen buenísimos. Después, los he comido en muchos sitios. Una vez me quedé en Londres en un “bed & breakfast”, cerca de una calle donde había muchos establecimientos de oriente próximo. Todas las noches, de regreso al hotel, me compraba una bandejita. Como en casi todas las habitaciones de Londres hay un calentador de agua y bolsitas de té de cortesía, al llegar me tomaba mi té con pastelitos. No os podéis ni imaginar lo bien que me sabían. Sólo de pensarlo ya se me hace la boca agua. También los he comido muy ricos en Barcelona.

Varias veces había pensado hacerlos, pero nunca me había atrevido. Sabía que llevaban pasta filo, así que me decidí a comprarla. Ya con la pasta filo en casa, me puse a buscar recetas en la red. Encontré bastantes con buena pinta, que variaban en pequeños detalles. Al final hice una combinación de tres recetas: la de Nigella Lawson, la de chef in you y la de food network. Nigella es la única de los tres que hace el sirope con agua de azahar, que me parece que es importantísimo para que tengan el sabor auténtico. Las otras dos añaden a los pistachos pan rallado. Es un truco buenísimo que hace que el pastelito no se deshaga en la mano. Mi amigo David me comentaba que estaban riquísimos y que no entendía cómo había conseguido que no se deshicieran al comer. Ya le dije que tenían un pequeño truco.

Pensaba hacerlos con una mezcla de nueces y almendras. A mí los que más me gustan, con mucha diferencia, son los de pistacho, pero no tenía pistachos naturales. El día que los iba a hacer, fui a Makro  y allí los conseguí. Así que, finalmente, pude hacer mi baklava favorito. Y el resultado fue espectacular.

Un aviso importante. Para que los pastelitos estén realmente ricos, deben reposar un día, para que absorban bien el sirope. Así que tenéis que hacerlos, al menos, de víspera y tener fuerza de voluntad para no comerlos. Mejor ni los probéis, porque, si los probáis, va a ser difícil aguantar. Yo me fui comiendo las esquinitas triangulares, con la disculpa de dejar rombos perfectos. En fin.

Para hacer el baklava necesitáis una fuente de horno grande rectangular (o cuadrada) un poco profunda. El tamaño debe de ser ligeramente menor al de las láminas de pasta filo que compréis.

Si queréis ver otras recetas libanesas, tenéis hummus (crema libanesa de garbanzos), baba ganoush (crema de berenjenas árabe), pan pita y falafel libanés (albondigas veganas de garbanzos y alubias).


Ingredientes:
20 láminas de pasta filo (un paquete de 400-500 g)
500 g de pistachos naturales pelados
250 g de mantequilla
1/2 taza de pan rallado
½ cucharadita de canela
500 ml de agua
500 g de azúcar
Jugo de ½ limón
2 cucharadas de agua de azahar





Para hacer el jarabe, ponéis en un cazo al fuego en agua, el azúcar, el limón y el agua de azahar. Cuando hierve, lo dejáis a fuego lento 5 minutos. Lo reserváis.




Encendemos el horno a 180º, sin gratinador.

Picamos los pistachos con un robot, pero sin que queden totalmente pulverizados. Está bien que quede parte en polvo y otra parte en trozos un poco grandes. Mezclamos la canela y el pan rallado.









Derretimos la mantequilla.




Con un pincel de cocina, engrasamos el molde con la mantequilla derretida.




Colocamos una lámina de pasta filo y la untamos de mantequilla.




A continuación, hacemos lo mismo con otra lámina. Así hasta poner 10 láminas. Las láminas deben de cubrir todo el fondo y subir un poco por los lados.






Echamos la mezcla de pistachos y aplastamos bien para que quede uniforme y llegue a todas las esquinas.





Cubrimos con las otras 10 láminas, untando cada lámina con mantequilla. Echamos también mantequilla por la parte superior.







Cortamos con un cuchillo, hasta el fondo del molde, rombos. Para ello, primero hacemos las diagonales y después vamos completando, intentando que queden todos los rombos aproximadamente del mismo tamaño.







Metemos al horno 30 minutos. Si vemos que se dora demasiado, cubrimos con papel de hornear, sin apretar.

Nada más sacarlo del horno, echamos la mitad del jarabe por encima. Esperamos cinco minutos y echamos el resto. Lo dejamos reposar en la nevera destapado, al menos hasta el día siguiente.




Para servirlo, separamos los rombos y los servimos como pastelitos.






Quedan preciosos y riquísimos.

































Comentarios

  1. Eres una artista!!!!! Da pena comérselos!!!! Creo que me voy a animar a hacerlos, ya te contaré cómo me quedan....

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  2. Gracias, Marisa. Ya me contarás. Yo nunca pensé que fuera tan fácil hacerlos.

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